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EL ASCENSOR

Ernesto Mario Lach (Mario Valdèz). Borås, Suecia, 08-02-1977

Subiò al ascensor, despreocupado. Comenzò por la segunda pàgina del periòdico, y en eso sucediò lo imprevisto: se cortò la corriente elèctrica, y el ascensor -falto de ella- quedò detenido en un entrepiso.
Obscuridad total. Imposibilidad de salir; de encender un fòsforo (no fumaba).
Quedaba, solamente, esperar al arreglo del desperfecto; conversando con el ùnico pasajero que le hacìa compañìa: una dama, de cuya presencia no se habìa percatado antes, enfrascado en la lectura del periòdico.
Tenìa una voz dulce -susurrante como el silbido de los pàjaros silvestres- que, durante quince minutos, lo embrujò; lo atrajo, lo sedujo.
Solucionado el desperfecto, la luz los proyectò frente a frente.
La voz no lo habìa engañado: pàjaro, y recièn emplumecido.
En pocos segundos llegaron a un piso. Saliò precipitadamente. ¡Què horrible!, dijo èl. Y escapò...
-Sì; debe ser horrible el estar a merced de la oscuridad total durante quince minutos, pero no cuando se està acompañadao, musitò el pàjaro, un vejestorio emperifollado.
¡Què extraño! En fin..., pensò la mujer. Y se compadeciò.
El hombre, una vez en la calle, jurò no leer màs un periòdico en un viaje de ascensor.